Resulta que hay un grupo Indie que se llama así, y yo me he visto reflejada. Y no porque la música de este grupo me encante, tampoco porque me haya comido una seta y me esté convirtiendo en pitufo, si no por la metáfora que conllevan estas dos palabras. Y es que me siento dulcemente envenenada por el pensamiento de azules...
No hay mucha razón en esto, y eso es lo que me hace sentirme emponzoñada, porque hasta ahora razonaba mi vida al milímetro, y era yo la venenosa. Llevo meses colocando mis vivencias en pequeños cajones de mi cerebro, y algunas incluso en mi corazón. Redescubriéndome y volviendo a vivir sin dar vueltas a la cabeza. Con mi amiga libertad por compañera, riéndole todas las gracias, porque libertad es así, sólo quiere divertirse y te embauca en su independencia y su vacio emocional. Una mezcla que es explosiva a largo plazo, pero que a corto plazo resulta de lo más cómoda.
Ahora me enveneno de azules, y no creo que sea algo malo, aunque ya digo que no hay mucha cabeza en estos sentimientos. Es un veneno peligroso, pero que aún no ha invadido mis órganos vitales, por lo que no duele, si doliera, ya habría utilizado el antídoto, que como mujer precavida que soy, lo tengo preparado en la mesilla de noche. Así que disfruto del dulce amargor de esta sustancia que no se muy bien dónde está localizada, pero que está por ahí, moviéndose y haciendo que no pueda ver otro color. Lo sueño despierta y dormida, y es que el azul siempre ha sido mi color favorito...
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