En el desierto sentimental en el que vivo juraría haber visto un oasis. Era real, y me acercaba a él con esperanzas de algo distinto a dunas y arena dorada. Quería beber de sus aguas, subir a sus palmeras, tirarme en plancha sobre la hierba… Pero ha resultado ser un espejismo. Al frotarme los ojos ha desaparecido. Me he quedado sin esa visión brillante y prometedora…
Así que sigo caminando bajo el sol abrasador, y vuelvo a contemplar lo mismo, las mismas dunas, la misma arena dorada. Porque después de un espejismo siempre vuelve la inmensidad de nada... Y pienso con cierta añoranza en lo bonito que fue ver ese espejismo y creerme que era real.