martes, marzo 29, 2016

LIBRO DEL DESASOSIEGO DE BERNARDO SOARES





Los sentimientos que más duelen, las emociones que más afligen, son los que son absurdos -el ansia de cosas imposibles, precisamente porque son imposibles, la añoranza de lo que jamás ha existido, el deseo de lo que podría haber sido, la pena de no ser otro, la insatisfacción de la existencia del mundo. Todos estos mediostonos de la conciencia del alma crean en nosotros un paisaje dolorido, una eterna puesta de sol de lo que somos. El sentirnos es entonces un campo desierto al oscurecer, triste de juncos al pie de un río sin barcos, negreando claramente entre márgenes alejadas.

No sé si estos sentimientos son una locura lenta del desconsuelo, si son reminiscencias de cualquier otro mundo en que hubiésemos estado -reminiscencias cruzadas y mezcladas, absurdas en la figura que vemos pero no en el origen si lo supiésemos. No sé si han existido otros seres que fuimos, cuya mayor plenitud sentimos hoy, en la sombra de ellos que somos, de una manera incompleta- perdida la solidez y figurándonosla nosotros mal en las dos únicas dimensiones de la sombra que vivimos.

Sé que estos pensamientos de la emoción duelen con rabia en el alma. La imposibilidad de figurarnos una cosa a la que correspondan, la imposibilidad de encontrar algo que sustituya a aquella a la que se abrazan en una visión -todo esto pesa como una condena pronunciada no se sabe dónde, o por quién, o por qué.

Pero lo que queda de sentir todo esto es con seguridad un disgusto de la vida y de todos sus gestos, un cansancio anticipado de los deseos y de todas sus maneras, un disgusto anónimo de todos los sentimientos. En estas horas de angustia sutil se nos vuelve imposible, hasta en sueños, ser amante, ser héroe, ser feliz. Todo esto está vacío, hasta de la idea de que existe. Todo esto está dicho en otro lenguaje, para nosotros incomprensible, meros sonidos de sílabas sin forma en el entendimiento. La vida está hueca, el alma está hueca, el mundo está hueco. Todos los dioses mueren de una muerte mayor que la muerte. Todo está más vacío que el vacío. Es todo un caos de cosas ningunas.

Si pienso esto y miro, para ver si la realidad me mata de sed, veo casas inexpresivas, caras inexpresivas, gestos inexpresivos. Piedra, cuerpos, ideas -todo está muerto. Todos los movimientos son paradas, la misma parada todos ellos. Nada me dice nada. Nada me es conocido, no porque lo extrañe sino porque no sé lo que es. Se ha perdido el mundo. Y en el fondo de mi alma -como única realidad de este momento- hay una congoja intensa e invisible, una tristeza como el ruido de quien llora en un cuarto oscuro.



FERNANDO PESSOA