
Diciembre, el último de todos, el que avanza el nuevo año y en el que vives entre bufandas, gorros y mensajes de paz que no llegan a ningún lado... Y aunque es familiar, es un coñazo.
Odio la Navidad, ¿Por qué se cree que en estas fechas todo vale?
Odio salir al centro y que te invada la marea de zombies que compran regalos de forma compulsiva, y si te empujan hay que sonreír.
Si te emborrachas es gracioso, y si comes hasta reventar en cenas y comidas de facultad, de empresa, del cole, de nochebuena, de navidad, de nochevieja, año nuevo, reyes... es lo obligatorio... Aunque tengo que reconocer que esto me hace gracia. Siempre me han gustado los excesos, y en esta época están bien vistos.
Sin embargo, yo siento que camino a contracorriente entre esa maraña de gente que disfruta de estas fechas... Y me desespero entre falsas risas y decoración colorida ¿Por qué me obligan a ser feliz? Y si no me da la gana serlo en Navidad ¿soy un bicho raro?
En fin, que al final tiendo a hacer lo mismo que el resto de la humanidad porque por desgracia ni siquiera me ha tocado la lotería del calvo (algo también indispensable para parecer normal en esta época, tener al menos un décimo), porque si me hubiese tocado no me veríais el pelo en todas las vacaciones, y me iría a un sitio muy, muy lejano dónde la Navidad no significara nada.
Aún así, después del desahogo que no tenía pensado ni escribir, tengo que reconocer que este diciembre si va a ser recordado, porque ha sido un raro diciembre. Extraño, rápido, sin tiempo para asimilarlo, pero con todo eso, especial. Este diciembre me ha desconcertado, me ha dejado un pendiente a lo cenicienta, me ha hecho pensar que estaría mejor en cualquier otra parte, ha hecho de un martes otro sábado, y de un lunes, y de un domingo... Y de tantos días sin dar tregua a la serenidad, para no tener que exprimirme el limón, como diría Manolo...
Este diciembre ha complicado mi vida por momentos, porque aunque parezca todo lo contrario, mi vida realmente está aburrida y monótona. Por eso espero ansiosa el 2009, para ver si giro alrededor del año impar como un planeta, porque ahora busca su sitio, pero no lo encuentra...
Así que si las cosas van bien y se cumple el dicho de "Año nuevo, vida nueva", empezaré a pararme y a pensar cuales son las cosas que valen la pena de verdad, en todos los aspectos. Que es lo que hay que mandar a los oscuros pasillos del recuerdo y que es lo que ni siquiera se merece ese privilegio.Y finalmente, por qué merecería la pena luchar para que mejore mi nuevo año y haga que pueda encajar las piezas de mi puzzle personal y emocional, que está hecho un caos... y es que por algo soy Caótica Ana...
Continuará...