Mujeres sin complejos...
Y sin arrugas
Sabemos que el papel que tienen los cosméticos en la mujer es esencial, y más a partir de esa edad en la que empezamos a sentir que nuestra piel no acepta tan a la ligera el paso de los años, ni el exceso de trabajo y aún menos el dormir poco. Y además, para colmo de males, unas pequeñas líneas se dibujan cada vez que reímos cerca de nuestros ojos y nuestra boca. Las patas de gallo ha sido siempre una pista para saber que las aves no traían nada bueno. Aparecen las ojeras, desaparece la elasticidad y la hidratación innata, y paralelamente no deja de crecer nuestro neceser de anti arrugas, anti ojeras, anti grasos... No por ser lesbiana dejamos de ser mujer, y a pesar de los estereotipos que ya, gracias a Dios o a Loreal, porque yo lo valgo, están pasados de moda, ciertos sectores siguen pensando que la mujer homosexual es la lesbiana = camionera que no se cuida, imitando al hombre que si se consideraba “muy macho” no se echaba cremitas. Puede ser que cuando la mujer empezó a salir del armario, tal vez reivindicando el hecho de ser lesbiana, lo hiciera con la ropa y la mentalidad del “típical spanish” de camisa de cuadros y que piensa que la piel muerta es lo que cruje del pollo, pero la vida avanza, y con ella cambian los conceptos equivocados. Hoy por hoy hombres homosexuales, metro-sexuales o de andar por casa, se cuidan, y es que han visto que funciona, y a todos, y digo todos, nos gusta estar guapos. Y paralelamente esto es lo que ha pasado con las lesbianas. Todas se cuidan, cada una a su manera, y según su piel eligen los productos que más se identifican con ella, y no dudan en comparar y sacrificarse económicamente si con ello se consigue engañar algo al tiempo sin tener que hacer un pacto con el diablo.
ANA G. ROMERO (ANA PUNTO G. PARA LOS AMIGOS)
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