Hay una fábula oriental, que cuenta que hace muchos
años, un viajero fue perseguido por una furiosa bestia en un descampado.
Escapando de la bestia, él logro introducirse en una gruta; pero, tan
pronto como se introdujo, vio en el fondo de la gruta un dragón que
abría sus fauces para devorarlo. El muy desafortunado, había quedado en
una posición intermedia en la que si subía seria devorado por la bestia
que lo perseguía y si seguía cayendo seria devorado por el dragón, así
que logró aferrarse a una rama que salía de una grieta y quedo colgado
de ella. Sus manos fueron debilitándose cada vez mas, hasta que le
pareció que pronto tendría que resignarse a la destrucción que le
esperaba, lo mismo arriba que abajo, pero él siguió aferrado. Entonces,
vio como dos ratones, negro el uno y blanco el otro, se daban a la tarea
de pasar royendo una y otra vez la raíz de la rama de la que él
colgaba. Pronto la raíz se desprendería y él caería dentro de las fauces
del dragón. El viajero se percató de su desesperada situación y supo
que perecería inevitablemente. Pero, mientras seguía colgado logró otear
unas gotas de miel en las hojas de la rama, las alcanzo con la lengua y
las lamió.
Lev Tolstói