Como un niño pequeño que pide permiso para ir al baño en medio de una clase, te pido el permiso para dejar de pensar en ti. Levanto la mano para que me veas, intenta no ignorarme, y si ves mi petición y te cuesta dejarme ir, haz que aguante mis ganas de olvidarte, pero si no quieres ver mi cara observándote cada vez que te giras, a la espera de salir corriendo al sonido de tu voz dándome el permiso, déjame marchar.
Lo cierto es que no quería que me entraran ganas, la clase me gustaba, la profesora me hacía soñar con una vida mejor, pero he levantado la mano, y es una necesidad que choca con el deseo de tenerte, en mi vida llena de contradicciones ya han dejado de extrañarme estas cosas...
Seño, ¿me das permiso?
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