La decepción ante un futuro truncado es casi más fuerte que una decepción humana. Se supone que cuando queremos, debemos proteger a la persona que causa ese sentimiento, y así es hasta que ocurre la decepción, después, si no suturas rápido la herida que esto crea, no habrá remedio, quedarás desprotegido...
Tú eras en quién apostaba para sanarme, para arreglarme. Quería ese futuro que me ofrecías con tu forma de tratarme. Equivoqué las señales, tus miradas, algo hice mal al leerte, porque ha llegado la decepción. Te agradezco todo el bien que me has hecho, ha sido mucho, pero no suficiente. Sé que no es una labor agradable reconstruir algo tan roto, pero tuviste mala suerte, porque creí ver que tenías la fuerza suficiente como para encomendarte tan ardua tarea... Todo esto sin contar contigo. Al final, tú no me has decepcionado por no ser la persona que mis elevadas expectativas esperaban, me he decepcionado a mi misma y a mi felicidad, y además he cargado contra ellas y contra ti, instalándose de nuevo el pasado en mí (Señor Futuro, aún así, entiendo que salieras corriendo).
Me gustaría pedirte perdón por haberte decepcionado y herido, no lo mereces, mi orgullo es un grano en el culo muy desagradable, pero que conste que lo voy a poner en tratamiento...