Pasan los años e intento esconderlo, esposarlo, encerrarlo entre rejas de odio y rechazo, pero no logro mi propósito. Como si fuera la reencarnación de Houdini, mi yo más despreciable se escapa, y lo hace de una manera espeluznante. Me da miedo. No quiero verme en ese espejo de mal. No quiero que me quite mi luz, mi bondad, mi verdadero yo. Al menos eso es por lo que lucho, para que mi verdadero yo sea bueno, y la maldad de mi oscuro alter ego no predomine en mis actos, porque las consecuencias hacen que me sienta como un animal herido que no sabe como seguir adelante sin perder más sangre.
Tumbada encogida, esperando un rescate milagroso...